El ciudadano perplejo e inmóvil


sociedad infantilizada


Parafraseando un artículo de Julio Llamazares en El País titulado La sociedad infantilizada, me atreveré a verter una opinión que, a buen seguro y ya lo vaticino, tiene muchos filos, muchos comentarios posibles, muchos errores, pero que merece, al menos, una reflexión.

Vivimos en los tiempos del "Sr. Arcardeee, dameee un piiisooo". No me entiendas mal. No se trata aquí de criticar las ayudas sociales, no. Ahora bien, cada vez más dependemos de Papá Estado, como si fuéramos niños indefensos e incapaces en vez de adultos capaces de construir alternativas.

Yo aún no alcanzo los 40 años, aunque casi los rasco, pero viví lo que Llamazares cuenta en su artículo. Insisto, no interpretes mal mis palabras, en caso de emergencia, de necesidad, de desorientación, si necesitamos ayuda, se nos debe ayuda, pero, bien dicen aquellos que afirman que sólo se puede ayudar a quién quiere cambiar sus circunstancias.

Y parece obvio, pero igual no lo es tanto. Como sociedad, como ciudadanos, reclamamos, gritamos, pataleamos... pero no queremos cambiar. Intentamos cambiar de palabra, como mucho, pero no cambiamos.

La pasividad y el continuo lamento social se ha instaurado en nuestras vidas. No damos pasos para salir de los problemas que nos rodean. Vemos frecuentemente pequeñas poblaciones con este o aquel problema que afectan a toda o una parte de la comunidad y a sus hombres y mujeres, en la calle, mirando desorientados, cruzados de brazos... decenas, cientos de individuos cruzados de brazos.

Eso sí, gritando a pulmón lleno a la alcachofa de un micrófono oportunista.

Y si el Estado no viene a ti con las soluciones que demandas, entonces... ¿Por qué no tomar la iniciativa y construir nuestras propias soluciones? No tengo las claves del éxito ni conozco el futuro, pero sé que clamando a Zapatero hoy o a Rajoy mañana, en mi vida, en mis circunstancias, nada cambiará.

Así que...

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